Un sabor americano que conquistó el mundo.

Foto por Armando Aguayo Rivera

Comer es uno de los grandes placeres del ser humano. No solo cumple una necesidad fisiológica, sino que brinda una infinidad de placeres sensoriales: sabor, textura, olor, color y temperatura. La comida es mágica, los ingredientes de un plato pueden transmitir la historia de todo un pueblo. Al comer, conocemos nuevas culturas, apreciamos el esfuerzo del cocinero y creamos recuerdos que nos pueden durar toda la vida.

En Panamá, la comida es un reflejo de nosotros mismos: una mezcla de sabores, olores, texturas y colores. Tenemos la cocina afroantillana de Colón y Bocas del Toro con toques de curri y ají chombo, la comida de nuestros pueblos originarios como los Guna, los Ngäbe y los Emberá, y una cocina criolla interiorana menos picante pero igual de sabrosa. Gracias a las múltiples migraciones que ha tenido nuestro país desde tiempos inmemoriales, platillos e ingredientes de múltiples culturas ahora son parte de nuestro diario comer. Queda claro que nos gusta comer y sabemos cocinar, y por supuesto que uno de los ingredientes favoritos de nuestra cocina es el ají, que siempre está presente en sus múltiples variedades.

Resulta que el ají, o las plantas del género Capsicum, (ajíes, pimentones y chiles) son todas originarias de América. Hace miles de años eran arbustos que crecían silvestres en las selvas americanas. No fue hasta hace unos 6,000 años que, registros históricos indican, que las culturas del actual México iniciaron a domesticarla. Pero no fueron nuestros vecinos norteños los únicos que domesticaron esta fruta para su cocina; en Perú, Bolivia, y regiones de la Amazonía también la domesticaron e incluyeron en su dieta. En total, son cinco variedades americanas de Capsicum: Campsicum annum, Capsicum chinense, Capsicum frutescens, Capsicum baccatum y Capsicum pubescens de donde descienden las miles de variedades que hoy se conocen alrededor del mundo.

Cuando Cristóbal Colón llegó a América y probó el ají por primera vez, pensó que era la fruta de donde los indios conseguían la pimienta. Se la llevó de vuelta a Europa donde inicialmente solo era utilizada como planta para decorar jardines, hasta que finalmente unos monjes portugueses se
dieron cuenta que podía servir como remplazo para la pimienta, una de las especias más apetecidas y valiosas de la época. Fueron los exploradores portugueses los responsables de llevar esta planta al resto del mundo, y en solo 50 años después de la llegada de Colón a América, esta planta nativa de las Américas conquistó el planeta y transformó la gastronomía mundial.

Este 13 de julio de 2019 el Biomuseo inaugura su nueva exhibición temporal PICANTE, dedicada a esta increíble historia de conquista, que combina arte, ciencia, historia y gastronomía. En PICANTE descubriremos los secretos que esconde esta pequeña pero poderosa fruta americana. Manténganse atentos a nuestras cuentas de Facebook, Instagram y Twitter: @biomuseo, para conocer más sobre el ají.